Lo comentamos ayer en nuestro espacio en el programa de radio Les+Sonades pero ahora La Vanguardia se hace eco de la noticia.
Y es que el ayunamiento de Barcelona ha ordenado el cierre de la Sala de conciertos Apolo (sala mítica donde las haya) por deficiencias estructurales. Vamos, que como comentaba el heeb Aniol, la catástrofe del Madrid Arena, les ha puesto el culete fino a las autoridades y, antes de que se líe la de Cristo aquí, prefiere chapar y evitar muertes innecesarias. El caso es que la Sala Apolo, Apolo 2, el restaurante Apolo Dinner y el Salón Recreativo de al lado se han visto obligados a cerrar hasta que se subsanen los fallos estructurales. Un poco de argamasa por aquí, cambiar los zocalos y echarle un ojo a las regletas de la luz y listos.
Esperemos que esté listo pronto porque esta Sala acogía grandes actuaciones y lo último que queremos es ver como cancelan conciertos y festivales, como el próximo Aloud Fest. Desde aquí les damos tod nuestro apoyo a los chicos de Apolo y les deseamos las mejores de las suerte. Ánimo Apolo, estamos contigo!
Ya han salido las dos primeras canciones de The Big Bench, el nuevo proyecto de Juan Blas después de disolver Nothink allá por los junios de este año, cuando la maquinaria titánica de este, vuestro blog de música favorito, empezaba a funcionar.
Aquí las canciones, a ver, están bien (se agradece que aún haya un poco de estilo en España y no todo sea Pablo Alborán y sus muertos en vinagre) pero no dejan de sonar como los temas lentos de Nothink. En fin, seguimos esperando a que se reúnan otra vez (si se reunieron los Hombres G...).
Entre tanta review y tanto movimiento,
desde que abrimos, los heebs no hemos parado de escuchar buena
música, asistir a buenos conciertos y trabajar sin destajo (risas,
es broma), a veces se nos pasan pequeñas joyitas, perlitas de
genialidad musical que, sepultadas por el aluvión de noticias,
discos y peticiones de los millones y millones de fans que tenemos
por todo el Universo, pasan inadvertidas hasta que se calma la lluvia
de bragas y sujetadores que recibimos a diario y podemos darles
segundas escuchas a trabajos como el que hoy comentamos.
Memphis May Fire es un grupo de
Metalcore al estilo de Architects o Attack Attack! que conocí por
casualidad cuando un día, en un rampell de locura, me bajé la B.S.O
de una de las 8000 películas de Saw. El caso es que de entre toda la
broza me llamó la atención Ghost in the Mirror de un grupo del que
no había oído hablar en mi pagana vida, Memphis May Fire. Total, me
bajé un EP y allí empezó nuestra historia de amor, aquella maqueta
era todo chicha, temazo tras temazo. En 2011 sacaron The Hollow, su
segundo trabajo de estudio. Este disco me acabó de confirmar que
estaba escuchando a una banda con proyecciones de ser una de las
grandes (si no se mata nadie por el camino). Vaya discazo, nada
sobra, nada falta, desde su inicio con ese torpedo que es The Sinner,
pasando por The Victim hasta acabar con la genial The Redeemed. Una obra de
arte de un género tan trillado como el Metalcore.
Pues bien, un año después, MMF volvió
a la carga y ¿sabéis qué? Lo volvieron a hacer. Como quien no
quiere la cosa, los de Texas -que han sufrido más cambios en su
formación que el gobierno- se cascaron un discazo como la copa de un
pino. Puede que no supere a The Hollow pero como poco lo iguala y
eso, perdónenme ustedes damas y caballeros, no es moco de pavo.
Challenger (un verdadero desafío)
empieza con una verdadera declaración de intenciones, Without Walls,
que acaba con un “justo cuando pensabas que nos conformamos con una
situación, derrumbamos el muro”, después de esto nada puede ir
mal. Alive in Lights nos pone en situación, este pepino de canción
nos muestra los puntos fuertes de la banda, esa combinación
deliciosa del scream más gutural del Death Metal con los estribillos
más melódicos del Pop. Me recuerda a los mejores momentos de Escape
the Fate pero sin el retén de “vigila que no se asusten las
niñas”. Prove me Right y Red in Tooth and Claw siguen la estela de
fuerza dejada por el inicio del disco hasta llegar a mi tema favorito
del álbum, Vices, un obús de canción, desde el primer segundo
entra en tu cabeza arrollando con todo (nada que envidiar a los
mejores temas de Parkway Drive o All That Remains) y de repente,
BANG! ese estribillo irrumpe en escena, con dos cojones nos clavan
algo que podría cantar Britney Spears en su último hit.
Seguidamente viene Legacy manteniendo la potencia y la lenta del
disco Miles Away, con la colaboración de Kellin Quinn, cantante de
Sleeping With Sirens. Después de la balada toca volver a la chicha,
Jezebel nos pega con todo lo gordo y Losing Sight se apoya en el
ex-cantante de Asking Alexandria, Danny Worsnop, para ponernos a todos
tiesos. El disco ya está finiquitado cuando entra en escena
Generation-Hate, último tema antes de cerrar con Vessels, canción
instrumental que sirve para despedir este Challenger a modo de tema
de videojuego cuando te lo pasas y salen los créditos.
Y ya está. Pues muy bien por los
Memphis ¿no? ¿Le ponemos 5 monchetas verdes? Yo se las pongo porque
ciertamente me ha parecido un señor disco, lo cierto es que tiene su
miga hacer Metalcore, al ser un género con tanta oferta (y a veces
tan mala) es fácil caer en saco roto y pasar desapercibido pero para
eso estamos los Heebs, para poner donde toca a estos grupos.
Soy un enamorado de los noventa, lo
digo aquí y ahora. Para un servidor los años que van del Facelift
de Alice in Chains al III de Days of the New son los mejores de la
historia a nivel musical, cinematográfico y artístico en general.
Por eso, escuchar el nuevo trabajo de Soundgarden, me transporta a
esa gloriosa época y me encanta.
King Animal es un disco intenso, lleno
de fuerza que recoge toda la evolución de los de Seattle para entrar
a saco en tu cabeza. Empieza como un maldito tiro con Been Away Too
Long para pasar sin darte un respiro a Non-State Actor. Qué bueno es
Chris Cornell, por el amor de dios. By Crooked Steps baja un poco el
ritmo para enlazar con A Thousand Days Before, segundo temazo del
disco (después de Been Away...). Una canción muy experimental y
progresiva, como si los Pink Floyd se hubiesen puesto a hacer hard
rock grunge.
Vuelven de la locura con Blood On The
Valley Floor, canción de ritmo pausado, muy metal, tal vez el tema
más flojo del disco pero que nos sirve para ver la calidad del
álbum, si esta es la mala... cómo debe ser la buena. Siguen los
medio tempo Bones Of Birds, muy al estilo de los temas lentos de sus
primeros discos, lo cual me encanta y Taree que me recuerda un montón
los temas lentos a Alice in Chains, cuidado con los 25 segundos
finales de la canción, pura genialidad.
Pasada la mitad del disco, Soundgarden
le meten zapatilla de nuevo (pero solo un ratito). Attrition tiene la
palabra hit grabada en la frente, vale, le sobran los “uh-uh”
pero es un temazo igualmente. Black Saturday me gusta menos, nah, es
broma, Black Staurday, al igual que A Thousand Days Before juega más
con la experimentación, es una canción rara, pero si algo ha
caracterizado a esta banda ha sido su capacidad de innovación y aquí
lo demuestra. Con Halfway There llega mi tema favorito del disco,
Chris me gana desde el primer verso y ese estribillo me pone blandito
el corazón.
El álbum se despide de la mejor manera
que podía hacerlo, con tres temas que nos recuerdan las virtudes de
los años mozos del grunge, por si alguien no lo había pillado
durante el disco, Soundgarden quiere que cuando acabe el King Animal
te pongas a escuchar a Mudhoney y Screeming Trees. Worse Dream es la
primera en hacerlo, ese bajo del principio, esas guitarras
distorsionadas, la batería desatada y Chris a toda hostia, brutal su
final. Sigue Eyelid's Mouth, con su estribillo al más puro estilo
Alice in Chains, sucio y pesado (que no cansino). Y llega el final
con esa genialidad que es Rowing, vaya coros, vaya Chris, vaya
guitarras, vaya TODO, que manera más grande de acabar el disco, sí
señor, me quito el sombrero.
¡Menudo año llevamos, señores! Y en
diciembre se habla del nuevo trabajo de TOOL, de ser cierto, yo no sé
como voy a llegar al 2013.
No fue una de las mejores
noches, ya os lo digo. Pero tampoco estuvo nada mal. Fue un concierto temprano
y “chachi”, uno más para la colección. Les
Fat Jones y The Gaslight Anthem
en la Sala Apolo no serán recordados por la locura que crearon, pero si por el
buen rollo y el rato agradable que hicieron pasar a la masa congregada en la
emblemática sala del Paralelo barcelonés.
A las 19:30 abrían
puertas y al rato salían Les Fat Jones, una mezcla de pop-rock ochentero con el
indie-rock de los tiempos que corren. Ya lo dijo su cantante: estaban al 80% de
su calidad por la baja de uno de los guitarras. Al no haberlos escuchado antes
no sé si el guitarra ausente es una pieza clave en la formación pero se notaba
que les faltaba un pulmón y, en algunos temas, parecía que tocasen al 45% de
sus posibilidades. No brillaron en demasié pero tampoco fueron un truñaco de
estos con los que te miras con los colegas deseando que acabe tal infierno. Les
faltó un poco de garra y les sobraron melodías cutres con el piano, pero esto,
con cinco años más queda arreglado.
Después de una hora de
buen rollete llegaron, más puntuales que nunca, The Gaslight Anthem. Fue un
concierto conservador. Los temazos de siempre más savia nueva del último disco,
Handwritten. Brian Fallon estaba de
lo más charlatán y nos regaló unas cuantas risas haciéndose el red-neck y
cachondeándose con los miembros de la banda. La verdad es que lo petaron mucho
pero la gente respondió poco. Había poco punk entre el público y demasiado fan
de Bruce Springsteen soso. Pero Fallon no vaciló ni un momento e hizo temblar
el culete del más sosainas de los ahí presentes. Buenos temas, una fuerza
terrible y casi dos horacas de concierto. ¿Qué más quieres? El concierto del
año pasado fue más loco y caliente que el de “enguany” pero el de ayer fue
redondo como pocos.
Como ya he dicho en la
introducción, el de ayer no fue un concierto especial. Pero la calidad de
Gaslight y el espíritu de Les Fat Jones hicieron que pasásemos una noche muy
agradable.
Con esta imagen se da el pistoletazo de salida para el Groezrock 2013, el festival de música hardcore punk, metalcore y post-hardcore que se celebra en Bélgica. ¿Los pesos pesados? Rise Against, Bad Religion y Pennywise pero ahí están Bring Me The Horizon, August Burns Red, The Story So Far, Tim Vantol o Comeback Kid (¿con la formación original? ¿Eso significa sin Andrew Neufeld?).
Este año los Heebs and Bean pudimos disfrutar de este festival viendo a Thrice, Hot Water Music, Evergreen Terrace, Gallows, Refused, Dustin Kensrue, Dave Hause o Chuck Ragan entre muchos más. 2 días de buena música, locura extrema y un olor raruno mezcla de tierra mojada, cerveza y kebab que esperamos repetir el próximo mes de abril.
Sólo me puedo quitar el sombrero. No hay ninguna otra
reacción con lo que han acabado de parir Parkway
Drive. Su cuarto disco, Atlas,
me ha superado. Quizás ha sido porque iba con las expectativas bastante bajas,
lo reconozco. Pero no sería la primera vez que espero durante meses (en algunos
casos, años), como un niño pequeño, la salida al mercado de lo que se prevé
como un discazo, y después de escucharlo quiero extirpar ese recuerdo de mi
cerebro. Por este motivo estaba bastante escéptico con Atlas, pero Parkway
Drive ha extirpado el recuerdo de fails de otros grupos y me han regalado el
precioso recuerdo de escuchar Atlas por primera vez.
El disco es impecable. Con una ejecución perfecta y un equilibrio
brillante. Nada sobra y nada falta. Los temas son Parkway Drive en estado puro
y en algunos casos se han atrevido con sonidos nuevos. Es el caso de temazos
como The Slow Surrender, donde las
pinzeladas de un Dj convierten el tema en una pieza diferente y magnífica
dentro del disco. Atlas arranca con Sparks
un tema introductorio calmado pero contundente que viene a decir “aaaay con lo
que viene…¡te vas a cagar!”. Y te cagas, joder si te cagas. Old Ghost / New Regrets ya son Parkway
total. Doble bombo bien colocado, virtuosismo en las guitarras pero sin pasarse
de la ralla y la garganta de Winston emitiendo esa voz tan característica y
impecable. El inicio de Dream Run recuerda
al de “Sleepwalker” de su anterior disco “Deep Blue”. La fuerza llegando poco a
poco, como una ola, para acabar destrozando las rocas. A destacar el estribillo
de este tema, precioso y contundente a la vez. Arte. Wild Eyes incorpora unos coros brutales, que junto a la melodía
principal de la guitarra hacen que Wild Eyes sea una pieza única. Dark Days es el colapso estridente, la
estampida, antes de otro temazo, The
River. Empieza la canción y dices “huele a crema pura” y es lo que es.
Junto a Atlas, The River, es EL
tema. Aquellas canciones que funcionan como columnas de todo el disco. Y
Parkway sabe cómo tratarlas con cariño y amor, dándoles un sonido diferente y
colocándolas en lugares estratégicos. Este es uno de los dones de los
australianos, saben cómo ordenar las canciones para que, cuando piensas que los
temazos se han acabado y ahora vienen los descartes, te sorprenden con otra
pieza única que te reactiva y hace que nunca te aburras de sus discos. Swing, Sleight of Hand y Snake Oil
and Holy Water son tres canciones al más puro estilo Parkway. Demoledoras,
eléctricas. Un torrente de sonido talentoso. Blue and The Grey pone fin a la gran experiencia que ha sido
escuchar Atlas, acabando de forma tranquila, con el griterío, pero muy calmada,
alejándose y desapareciendo pero habiendo dejado su huella.
Atlas es un discazo como una catedral. Nada repetitivo, todo
nuevo. Parkway siguen petando la escena metalera mundial y no es para menos. Lo
hacen con un talento brutal y, sobretodo, con una simpatía abrumadora. Sólo así
te ganas a la gente. Con carisma, talento y humildad. Y Parkway Drive lo sabe.